Susan y Walter están organizando una gran parrillada de verano. Susan aceptó encargarse de la parrilla si Walter compraba todos los ingredientes. Como no sabían cuántas hamburguesas debían comprarse, Susan envió una encuesta a todos los invitados. A Walter le sorprendieron los resultados de la encuesta: ¡nadie quiere hamburguesas! Pero es entonces cuando lee la pregunta de Susan:
¿Quieres que alguien mate a un animal indefenso, lo despelleje, tome un poco de su carne, le agregue conservadores y me obligue a inhalar humo con olor a muerte mientras lloro en silencio porque eso me recuerda a todos mis amigos de la granja en la que vivía cuando era niña?
Walter sacude la cabeza y con un suspiro dice: “¿Acaso tengo que hacer todo yo?”. Así que escribe una nueva pregunta y la envía a sus amigos:
¿Quieres apoyar a productores locales durante estos tiempos difíciles al comer una deliciosa hamburguesa tradicional a la parrilla?
“Listo”, piensa, “así está mejor”.
Entonces, ¿quién tiene la razón? ¿Susan o Walter?
De hecho, los dos están equivocados. Tanto Susan como Walter crearon preguntas sesgadas. Las preguntas sesgadas (o inductivas) influyen en las respuestas de los encuestados, lo cual hace que cambien las respuestas que te proporcionan.
¿Eso es relevante?
Bueno, cuando las personas no responden de acuerdo a sus propias opiniones y solo te dicen lo que quieres escuchar, todos salen perdiendo. Lo peor es que tú obtienes datos erróneos. Si se considera la pregunta de Susan no habrá suficientes hamburguesas en la fiesta mientras que con la de Walter habrá demasiadas, y esto provocará o que los asistentes estén de mal humor o que se malgaste dinero en el supermercado. Esta situación podría parecer insignificante cuando se trata de una parrillada (aunque estoy segura de que Susan y Walter no estarían de acuerdo), pero si eres quien toma decisiones en una empresa en función de los resultados de tus encuestas, puede que haya mucho en juego. Los clientes enojados o los productos de los que no te puedes deshacer pueden ser la perdición para tu negocio. Además, las preguntas sesgadas también te harán perder la credibilidad ante los encuestados (pues se consideran poco profesionales) y generarán una mala imagen para tu empresa. Asimismo pueden dar una impresión negativa de tu marca y hacerte perder dinero y prestigio.
¿Cómo puedes solucionar esto?
Intenta que las personas se sientan cómodas al responder tus preguntas. Así lo harán de manera honesta. Estas son algunas formas diferentes de hacerlo:
- Elimina información innecesaria. En lugar de expresar tu opinión sobre los derechos de los animales o tu sentido de patriotismo, formula preguntas sencillas y directas. Algo como “Normalmente, ¿cuántas hamburguesas te comes en una parrillada?” permitirá que las personas te digan lo que piensan en lugar de lo que quieres escuchar.
- Equilibra la pregunta. Asegúrate de que la pregunta sea neutral. Por ejemplo, si preguntas “¿Quieres comer hamburguesa o no?”, las personas sabrán que está bien si su respuesta es opuesta a la forma inicial de la pregunta (¿Quieres comer hamburguesa?).
- Equilibra la encuesta. Algunas veces es difícil equilibrar la pregunta misma, ya que tiene que estar redactada de una forma que tome en cuenta todos los ángulos. Para solucionar este problema, solo asegúrate de que tu encuesta tenga tanto preguntas planteadas de forma positiva como negativa. En el caso de Susan y Walter, podrían haber preguntado sobre el consumo de hamburguesas de carne Y de hamburguesas vegetarianas.
La lección de esta historia es que cuando vayas a redactar una encuesta, lo más conveniente es guardarte tus opiniones y preferencias. Será lo mejor para tus datos y tu imagen.
¿Qué pasará con los invitados de Susan y Walter? Bueno, estamos contigo cualquiera que sea tu elección: hamburguesas de carne o vegetarianas. Así de imparciales somos.